Los principios morales, la escasa honorabilidad, el temor religioso a “no desearás a la mujer de tu prójimo”, el contagio de enfermedades venéreas y el temor al SIDA son algunos frenos que hacen pensar al hombre dos veces cuando enfrenta la disyuntiva de ser fiel o no. Lo mismo con la novia, la compañera de vida, la esposa o la amante.
Se es infiel con el pensamiento, cuando el deseo lo provoca la atracción por una mujer ajena por su belleza, sensualidad, sex appeal o sencillamente por ser diferente. La química de la empatía acelera las neuronas para sumergirlo en un torbellino de pasiones imaginarias.
El universo en la mente del hombre es inaccesible a ellas o a quien sea, concede la oportunidad para realizar las fantasías más eróticas que desata esa mujer que la casualidad ha hecho que la encuentre en el tren, el trabajo o, en la misma fiesta a la que se acude con la pareja. La tentación está latente en cualquier sitio donde suela aparecer una “moza bien equipada”.