Al principio las relaciones suelen ser un completo cuento de hadas: él te abre la puerta del coche y empuja tu silla en un restaurante, tú demoras horas escogiendo lo que te vas a poner para sus citas y jamás permites que te vea con un cabello fuera de lugar. Dependiendo de qué tanto te guste el chico, seguramente optes por cambiarte el estilo del cabello, usar un delicioso perfume y hasta por actualizar tu ropero. Con el pasar del tiempo, la disminución de la novedad y la llegada de los hijos se le da poco a poco la espalda al romance… y por ende a una vida sexual placentera. Uno de los aspectos que más rápido cae es el ropero, pero recuerda que si quieres mantener la llama prendida, deberás alimentarla.
Cierra tus ojos e imagina conmigo: estás de aniversario con tu esposo, él decide que es tiempo de hacer algo muy romántico y te invita a cenar en tu restaurante preferido, terminan la velada bailando en un club hasta el amanecer y él te susurra al oído que ha dejado a los niños con su madre y tiene reservada una habitación de hotel. Entran emocionados y él comienza a besarte suavemente, te quita el vestido de seda que escogiste para la ocasión y se encuentra con que tú… te has puesto un brassiere viejo y unos panties tipo abuelita.