viernes, 25 de mayo de 2012

Puedo tener, debo tener y tengo miedo



Puedo tener miedo

No soy invulnerable, invencible, ni tampoco perfecto. O tal vez mi imperfección me hace perfecto. Sea como sea, perfecto o imperfecto, el miedo ocupa cierto espacio, y lo acepto. Está ahí y estará siempre, por lo que ni lo evito ni pretendo conseguirlo nunca. Puedo tener miedo.


Debo tener miedo

Es una sensación más, una emoción más, una herramienta más. El miedo me ofrece información sobre mi entorno y me mantiene alerta, preparado ante el peligro y el imprevisto. El miedo me invita a pensarme dos veces las cosas, a tener en cuenta posibilidades que de primeras, de manera impulsiva, hubiera pasado por alto. El miedo forma parte del aprendizaje, de la experiencia. El miedo es útil. Debo tener miedo.


Tengo miedo

De muchas cosas, a veces más y a veces menos, y otras tantas estoy cagado de miedo. Lo reconozco, lo abrazo y vuelvo a aceptarlo. Lo tengo presente y sé calibrarlo. Incluso aprendo a utilizarlo a mi favor. Todos los días. Tengo miedo.

Y el miedo no me bloquea

¿Qué pasa por tener miedo? Desde pequeños, ante cualquier situación que nos suscita cierto temor, los mayores nos dicen No tengas miedo. ¿Cómo que no tenga miedo? ¡No conozco lo que viene detrás! Y a veces tiene pinta de ser peligroso. Probablemente sería mejor decir Ten miedo, todo el que quieras. Valora la situación y prueba, experimenta, vive.
El miedo me ayuda, me sirve, está a mi disposición. Me obliga a parar y pensar. Sin embargo, no permito que sea mucho más tiempo que el justo y necesario. Después de escucharlo, de valorarlo, de intentar discernir si mi miedo es más real que imaginario o al contrario, sigo adelante. El miedo no me bloquea.
Porque en algunas ocasiones me atreveré a dar el paso, y saldrá fatal. Es cierto, estoy de acuerdo, en ocasiones los errores son irreversibles. Pero tampoco hace falta dramatizar. Esas equivocaciones que no tienen marcha atrás son muy pocas comparadas con las que sí lo tienen. Equivocarse puede resultar muy útil, la más rica de las experiencias, de aquellas a las que se les puede sacar mucho jugo. Vale la pena intentarlo. Me equivoque más o menos, siempre estaré aprendiendo, que es lo que me hace sentir vivo.
Y porque otras veces me lanzaré al vacío y casi sin saber cómo todo saldrá perfecto, incluso mejor de lo que había imaginado, con sorpresas incluidas. El miedo habrá sido mi mejor amigo, aquel que no sólo te dice las cosas que quieres escuchar, sino también las que no quieres escuchar. Y todas tienen su porqué. El miedo está ahí por algo y para algo, aunque simplemente sea para verlo como un obstáculo más que, al superarlo, hace que conseguir lo que me proponía todavía sea más satisfactorio. Lo conseguí, y lo hice muerto de miedo.

Puedo tener miedo, debo tener miedo, tengo miedo y el miedo no me bloquea.

“La diferencia entre un valiente y un cobarde no radica en que el valiente no sienta miedo y el cobarde sí; no, esa no es la diferencia. Ambos sienten miedo, en la misma medida. Entonces, ¿cuál es la diferencia? La diferencia es que el valiente sigue adelante a pesar de su miedo, y al cobarde le detiene el miedo. ¡Ambos sienten miedo!
Si encontraras una persona que no sintiera miedo, ¿cómo ibas a considerarla valiente? Sería una máquina, no un hombre. Solo las máquinas están exentas de miedo; pero no se puede decir que las máquinas sean valientes. ¿Cómo vamos a considerar “valientes” a una máquina?
Ser valiente es actuar a pesar del miedo. El miedo está ahí, el temblor está ahí, pero no te detiene; no te bloquea. Lo utilizas como un trampolín y, a pesar del miedo y del temblor, entras en lo desconocido.
Nunca elijas el miedo. El miedo mutila, paraliza, te destruye sin posibilidad de resurrección. El valor también te destruirá; te destruirá tal como eres, pero esa destrucción será creativa, te proporcionará un renacimiento.”


Recuerda que tu comentario es muy importante para nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...